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VIENA Y EL CAFÉ

El gran visir Kara Mustafa Pacha puso rumbo a Viena el 7 de julio de 1683 con un ejército de más de 90.000 hombres. Ese mismo día el emperador Leopoldo y su corte salían de Viena rumbo a Linz.

En Viena se quedaba al mando el Conde Ernst Rudiger von Starhemberg con un ejército de 16.000 hombres y con el apoyo de los 8.000 ciudadanos y unos 700 estudiantes universitarios preparados para el servicio militar.

La defensa de Viena

El 15 de Julio de 1683 Viena fue rodeada y dio comienzo el asedio con intensos bombardeos que se prologaron durante dos largos meses.

El Visir ideó una nueva estrategia para acercarse a la base de las murallas: ordenó cavar trincheras subterráneas para que sus hombres se acercaran a la muralla y pudieran hacer explotar minas para un ataque general.

Finalmente y tras una larga lucha, el 6 de septiembre los vieneses esperaban el ataque final, pero de forma inexplicable el Visir apostó a su ejército ante las murallas de la ciudad esperando que ésta se rindiese sin darse cuenta de que los refuerzos estaban llegando para defender Viena.

El 12 de septiembre tuvo lugar la batalla final cerca de Kahlenberg con las tropas aliadas formadas por tropas de Baviera, Sajonia, Franconia, Suaba, las fuerzas Imperiales y las del rey Polaco Jan Sobieski.

El visir turco infravaloró las fuerzas de las tropas aliadas y atacó con tan solo su caballería. Al creer que el ataque cristiano iba a tener lugar el día anterior, ordenó a sus soldados que permanecieran despiertos toda la noche. Finalmente, el momento más decisivo tuvo lugar a las 15:00 horas cuando los rayos del sol caían con toda su fuerza, que fue uno de los factores decisivos para el final de la batalla

Muchos turcos murieron en el campo de batalla, otros huyeron dejando atrás el campamento otomano al completo. Los cristianos se hicieron con el botín que los turcos dejaban abandonado: 25000 tiendas de campaña, 10000 bueyes, 5000 camellos, y una abundancia enorme de oro detrás de los vencedores, aunque el verdadero tesoro fue el abandono en una tienda: 500 sacos de excelente café.

Pocos apreciaron el botín de café. Uno de los espías polacos que sí supo valorarlo pidió permiso para abrir la primera casa de café, que se inauguró con el nombre de la Botella Azul. Hacía el mismo café que había aprendido a hacer en Estambul, pero a la mayoría de los Vieneses no les agradaba este nuevo tipo de bebida, por la cantidad de posos que contenía y por sus gusto amargo.

Decide entonces filtrar el café y añadirle un poco de crema y miel. En ese momento nace el popular café vienés, el cual ha llegado hasta nuestros días preparándose con nata montada y azúcar como endulzante.


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